El nuevo coronavirus (COVID 19)[1] se sigue extendiendo en América Latina. Si bien es cierto que los primeros casos confirmados en esta región fueron personas recién llegadas de viajes al exterior, desde hace meses se han multiplicado las infecciones por transmisión local. Así, a medida que la cantidad de casos crecen, los gobiernos han adoptado medidas más estrictas para restringir el contacto físico y evitar la propagación de la enfermedad. Sin embargo, esta enfermedad no solo depende de las medidas tomadas en este momento de la pandemia[2], sino la causalidad de su propagación y las pifias en el control tiene francas conexiones con las deficiencias de los sistemas de salud de cada país, poniendo evidencias las brechas entre las políticas proyectadas y la realidad social del sistema.
Tal situación ha puesto sobre la palestra debates esenciales con elementos tan importantes como el financiamiento, la privatización, los privilegios y la corrupción que han dificultado tener un sistema más eficiente para las poblaciones más empobrecidas. Apunta Bonaventura De Sousa Santos que “existe un debate en las ciencias sociales sobre si la verdad y la calidad de las instituciones de una sociedad determinada se conocen mejor en situaciones normales, de normal funcionamiento, o en situaciones excepcionales, de crisis. Tal vez ambos tipos de situaciones sean inductores de conocimiento, pero sin duda nos permiten conocer o revelan cosas diferentes” (De Sousa, 2020). ¿qué nos desvela este momento de crisis actual? ¿Qué nos está diciendo la pandemia del sistema que hemos adoptado en República Dominicana?
Es probable que en este momento estemos padeciendo las consecuencias de una cadena de decisiones tomadas por los últimos gobiernos, con apoyo de una gran parte de la ciudadanía. Así, desde comienzo de los noventa, el proceso de capitalización de las empresas públicas, como símbolos de la instalación de neoliberalismo en el país, que se fue encausado a la lógica del sector financiero, sometió a la sociedad a un estado de crisis permanente, caracterizado por los déficits presupuestarios, el crecimiento de la deuda, la precarización de los servicios públicos, el crecimiento de la pobreza, la pauperización de los barrios y deterioro del campo, entre otros factores de no menos importancia. Con esto se han robustecido lo que De Sousa ha llamado los tres unicornios del último reino: el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado.
De Sousa (2020), plantea que, aunque parezca contradictorio, cuando la crisis es permanente se convierte en la causa que explica o justifica todo lo demás. Y coloca un ejemplo bastante descriptivo, “la crisis financiera permanente se utiliza para explicar los recortes en las políticas sociales (salud, educación, seguridad social) o la degradación salarial. Así, impide preguntar sobre las causas reales de la crisis” (De Sousa, 2020). Lo cual, plantea, De Sousa, se utiliza para legitimar, a nivel global, la escandalosa concentración de riqueza y boicotear medidas efectivas para prevenir una inminente catástrofe ecológica.
Así, plantea De Sousa (2020), muchas de nuestras poblaciones ya vienen viviendo una situación similar al cuadro que nos pinta esta pandemia, de exclusión social, escasez, represión y niveles altos de restricción de accesos a servicios preponderantes para la vida. No hay escusas válidas, más bien decisiones tomadas que han llevado al país al estado de cosa actual, desde que se empezó a transitar las rutas del neoliberalismo.
La crisis del coronavirus llega y se establece en un país con un conjunto de vulnerabilidades preexistentes[1] en el sentido de Wilches-Chaux[2] (Wilches-Chaux, 1989). En ese orden, las medidas no pueden ser “únicas” e “iguales” para todos los estratos sociales, ni todos los territorios, ni todos los grupos humanos.
Es claro, como plantea De Sousa, que cualquier cuarentena es siempre discriminatoria, más difícil para algunos grupos sociales que para otros; pero hay otros grupos para los que la cuarentena es particularmente difícil, casi imposible, si no se toman las medidas adecuadas.
República Dominicana es uno de estos países, en América Latina, que adoptó las políticas neoliberales en los años 90, luego de serias convulsiones políticas y económicas. Lo que condujo, entre otras tantas, a una mayor liberación del mercado, a un devastador proceso de privatización (capitalización) de las empresas Estatales, a la intervención sobre variables macroeconómicas “para evitar déficit presupuestarios y comerciales”, a un crudo proceso de flexibilización laboral (contención de salarios en pos de la competitividad), a una serie de reformas fiscales regresivas que penalizaron a la población, disminuyendo la carga del sector empresarial (vistos estos últimos como el motor de la economía), a la adopción de un modelo económico basado en servicios, etc., todas ellas guiadas y aconsejadas por organismos internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial.
La pandemia ha puesto entredicha la pertinencia de los dogmas de la ideología neoliberal, que pregona su íntima relación con los protagonistas del mercado, mientras segrega a la población sin poder adquisitivo a medidas residuales y asistenciales sin vocación de universalidad. El cuestionamiento y la preocupación, por el momento lo percibimos en al menos 6 pilares fundamentales:
[1] Usado como símil en el sentido que se utiliza en medicina cuando se habla de las gravedades que implica ser afectado por el COVID 19 cuando se sufre otras enfermedades.
[2] Sostiene que una sociedad pude enfrentar distintas vulnerabilidades y las clasifica de la siguiente manera: natural, física, económica, social, política, técnica, ideológica, educativa, cultural, ecológica e institucional. Las distintas combinaciones de estos niveles de vulnerabilidad tienen un claro efecto en términos del impacto en un evento físico
[1] Es la enfermedad causada por el coronavirus que se detectó por primera vez en Wuhan, China, a fines de 2019. Fundamentalmente afecta los pulmones.
[2] Una epidemia de una enfermedad grave transmitiéndose rápidamente en varios países al unísono.