Con unos altos niveles de crecimiento económico ¿por qué tantos niveles de pobreza? El ingreso per cápita y los indicadores sociales se contradicen. No existe una equitativa redistribución de las riquezas, situación que se agrava con la evidente concentración del poder y la corrupción que impera a nivel de las élites privilegiadas. La poca institucionalización del Estado, la ausencia de políticas para el crecimiento y el bienestar, décadas de bajo y poco efectivo gasto social, así como discriminación y violencia de género y abuso de poder que aún sufren las mujeres, son algunos de los elementos que explican la brecha social que hoy día enfrenta el país. Como consecuencia, República Dominicana es uno de los países que menos ha aprovechado el crecimiento económico para mejorar la calidad de vida de las mujeres, la educación y la salud.
El sistema nacional de salud pública no considera la violencia contra la mujer en sus protocolos de atención, a pesar de que, desde comienzos de los años 90, este crimen fue declarado un problema grave de salud por la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Los principales problemas en el desarrollo de políticas sociales, que se supone combatiría la pobreza y la desigualdad, son: la baja calidad, la baja inversión, la falta de articulación de políticas, la poca o nula transversalización de género, la escasa regulación del Estado unida a la privatización como solución la ineficiencia gubernamental y el uso clientelar de las políticas sociales y la alta concentración de la inversión en las urbes, en desmedro de las ciudades más alejadas de las metrópolis.
Más allá de las sangrantes diferencias de ingresos, la desigualdad que sufre el país se conecta de manera directa con el proceso de individualización y privatización del ejercicio de los derechos, donde el Estado apenas asume sus responsabilidades en la garantía del bienestar de la población y le ha dejado a la merced del capital.
El escaso papel del Estado en la provisión de bienestar guarda relación, por un lado, con la insuficiencia de financiamiento y, por otro, con la ausencia de un auténtico debate democrático acerca de las prioridades de inversión, donde las poblaciones empobrecidas y las mujeres, y otras poblaciones tradicionalmente excluidas, tengan voz. Se produce así en un círculo vicioso en el que la falta de servicios públicos de calidad y la baja calidad del gasto restan legitimidad al incremento de impuestos, sin los cuales resulta imposible construir servicios públicos de calidad. Del lado de la participación y el debate democrático cabe decir que, en un contexto de reparto tan desigual del poder, las prioridades y necesidades de los grupos con menos poder (mujeres y empobrecidos) apenas tienen cabida.
La actual estructura tributaria depende en alrededor de un 60% de impuestos al consumo (indirectos) y por lo tanto no desarrolla su rol de redistribución generando fuertes inequidades en la forma en que la ciudadanía contribuye al gasto colectivo. La presión tributaria es baja (en torno al 12% del PIB en 2019).
Es preciso reiterar que las políticas públicas generada por el Estado, en los últimos 40 años, ha generado tal desigualdad y segregación que ha profundizado lo que Boaventura De Sousa llama los unicornios. Lo cual es una alegoría interesante, para nombrar al capitalismo, el colonialismo y el patriarcado, dado que se tratan de los principales modos de dominación, pero que tienen la capacidad de pasar desapercibidos. Pero que, para dominar efectivamente, tienen que ser imprudentes, feroces e incapaces de ser dominados, como advierte Da Vinci en su descripción magistral, sobre estos personeros, omnipresentes en la vida de seres humanos y las sociedades, pero invisibles en su esencia y en la articulación esencial entre ellos. La invisibilidad proviene de un sentido común inculcado en los seres humanos por la educación y el adoctrinamiento permanentes. Este sentido común es, al mismo tiempo, evidente y contradictorio. Todos los seres humanos son iguales (afirma el capitalismo); pero, como existen diferencias naturales entre ellos, la igualdad entre quienes son inferiores no puede coincidir con la igualdad entre quienes son superiores (afirman el colonialismo y el patriarcado).
Es por esto, que es necesario visibilizarlo. No es un juego sencillo, porque hasta las mismas personas que sufren las cornadas en el costado tienden a invisibilízales y a defenderles. Ahí está su fuerza, en la astucia que les permite desaparecer cuando aún están vivos, o parecer débiles cuando permanecen fuertes.
Es por tonto necesario ver esas grandes diferencias sociales que coexisten en nuestro país y estar atentos a ser corregidos por quienes viven cada día estas vicisitudes, solo así podemos salir de las comodidades de nuestros análisis. Del mimo modo, hemos de reconocer, platea Do Santo que “ninguno de estos unicornios separados tiene el poder de dominar. Solo los tres juntos son todopoderosos. Es decir, mientras haya capitalismo, habrá colonialismo y patriarcado” (De Sousa, 2020).
Es en ese sentido que intentaremos reconocer algunas desigualdades para descifrar los pasos de los temibles unicornios que galopan libremente, sin cuarentenas que los recluyan, en la llanada de la pandemia:
1.- No es lo mismo el campo que la ciudad, ni el centro que el barrio:
Se hace necesario establecer medidas territorializadas que respondan a cada realidad. En primer lugar, las provincias que se mantienen sin casos o con muy pocos casos, resultan ser provincias con importantes niveles de pobreza, carencias habitacionales con énfasis en déficit de los servicios básicos.
La vulnerabilidad económica es una trama central que supera el tema de los sectores informales de la economía, incluso los hogares que son objeto de programas sociales del país por haber sido identificados como hogares pobres o pobres extremos monetarios.
En ese sentido es bueno preguntarse por el diagnóstico de las localidades en virtud de las recomendaciones que se realizan para evitar el contagio.
Es bien conocido por las autoridades el grave problema que significa la ausencia de agua en muchos de los hogares del país. El 46.05% posee dificultades en el acceso a agua y el 33.4% le llega agua una vez o menos a la semana.
En ese sentido en provincias como Bahoruco, Barahona, Elías Piña, Independencia, La Altagracia, Pedernales, San Juan, Monte Plata, Hato Mayor y San José de Ocoa tienen más de un 70% de hogares con acceso deficitario a agua de uso en el hogar de acuerdo a la ENHOGAR 2018.
En provincias como Duarte, Espaillat, La Altagracia, La Vega, Puerto Plata, San Pedro de Macorís, Sánchez Ramírez, Santiago Rodríguez, Monte Plata y Hato Mayor, más del 42% de los hogares recibe agua 1 vez o menos en la semana.
Estas son situaciones que afectan las dos principales medidas de prevención que tienen que ver con la higiene de las manos y de las vías respiratorias.
Es ineludible también tomar en cuenta la importancia de las remesas en el ingreso de las familias. En las provincias Azua, Barahona, Duarte, Espaillat, Peravia, Puerto Plata, Hermanas Mirabal, San Pedro de Macorís, Sánchez Ramírez y San José de Ocoa, dado que más del 12% de los hogares recibe remesas.
Prácticamente en todas las provincias algún hogar recibe remesas. Y dadas las características globales del Virus es muy probable que se vean afectados los ingresos de muchas familias, estén o no ubicadas por debajo de la línea de la pobreza.
Es preocupante el comportamiento de la pandemia en el Distrito Nacional. Hasta este momento, solo en el Distrito hay más casos confirmados que todas las Islas del Caribe, incluyendo a Cuba y Puerto Rico. No se percibe en el avance de la pandemia mejoras significativas. De hecho, si se compara cuánto se han multiplicado los contagiados en los últimos tres días, se percibe un aumento bastante significativo, de 1.06x a 1.07x.
Gráfico 5: casos diarios y acumulados en el Distrito Nacional hasta el boletín 70 (28 de mayo 2020)
Fuente: Dirección General de Epidemiología
Una de las peculiaridades que destaca el Diagnóstico Territorial del Distrito Nacional realizado por la Alcandía en el 2017 es que, una característica presente en las tres circunscripciones del Distrito Nacional es la existencia de asentamientos humanos informales o tugurios[1], los cuales forman parte de la estructura de barrios definida. Con rasgos preponderantes de tener, al menos, más de tres deficiencias, 50 viviendas y al menos el 15% de viviendas en área de supervisión.
Lo cual determinó un relevador, aunque conservador resumen:
Unidad Municipal | Áreas de Supervisión categorizados como tugurios. | Viviendas ubicadas en los tugurios. | Porcentaje total de viviendas precarias en el Distrito Nacional. | Personas que viven en zonas identificadas como tugurios | Personas que viven en tugurios, por género (% de la población total) |
Distrito Nacional | 407 | 122300 | 42,90% | 413249 | Hombres: 44.1 / Mujer 41.8 |
El estudio indica la existencia que la mayor concentración de tugurios está en la Circunscripción 3, cerca al Río Ozama. En el informe se indican diferencias en el tipo de tugurios existentes: los que fueron construidos de manera informal, encontrados principalmente en las cercanías del Río Ozama; y los que se encuentran en áreas del interior de la ciudad, que son consideradas como tugurios por el nivel de deterioración acumulada a través de los años. (Ayuntamiento del Distrito Nacional , 2017)
Esto significa el reconocimiento de que estos asentamientos, existe una deficitaria vivienda, paupérrimo abastecimiento de agua, escaso o ningún saneamiento, difíciles espacios para el acceso a las viviendas y alto niveles de hacinamiento. No existe mayor descripción de la pobreza que ese 42% de viviendas en la misma ciudad capital y con un gran riesgo para aumentar la positividad del COVID-19, tanto a estas familias en situación de pobreza, como a todos sus conciudadanos que moran no tan lejos.
Para este grupo de personas, ¿qué significa quedarse en casa? Ya habíamos dicho que el déficit habitacional en República Dominicana supera a más de un millón de familias que no tienen una vivienda adecuada y más del 25% vive en tugurio, según datos de Dirección General de Ordenamiento Territorial. Sin infraestructura ni saneamiento básico, sin acceso a servicios públicos, con escasez de agua y electricidad.
Viven en espacios reducidos donde se aglomeran familias numerosas. En resumen, habitan en la ciudad sin derecho a la ciudad, ya que, al vivir en áreas desurbanizadas, no tienen acceso a las condiciones urbanas presupuestas por el derecho a la ciudad. Dado que muchos habitantes que trabajan de manera informal, se enfrentan a la cuarentena con las mismas dificultades mencionadas anteriormente.
Pero, además, las preguntas de De Sousa continúan: dadas las condiciones habitacionales, ¿podrán cumplir con las normas de prevención recomendadas por la OMS? ¿Podrán mantener la distancia interpersonal en los espacios de vivienda reducidos donde la privacidad es casi imposible? ¿Podrán lavarse las manos con frecuencia cuando la poca agua disponible debe guardarse para beber y cocinar? ¿El confinamiento[2] en una vivienda tan pequeña no supondrá otros riesgos para la salud tanto o más graves que los causados por el virus? Muchos de estos barrios ahora cuentan con una fuerte presencia policial y, a veces, están sitiados por las fuerzas militares con el pretexto de combatir el delito. ¿No será esta la cuarentena más dura para estas poblaciones? ¿Cuál es la diferencia entre la nueva cuarentena y la original, que siempre ha sido su forma de vida? (De Sousa, 2020)
Cabe señalar que, para los-as habitantes de las periferias más pobres de nuestro país, la emergencia sanitaria actual se combina con muchas otras emergencias. Estos barrios han vivido una gran angustia con el cierre de las escuelas, que de golpe y porrazo les devolvió a sus hijos a la casa, con la precariedad de la reducción de las posibilidades del desayuno escolar.
2.- Las mujeres víctima de diversas cuarentenas
La cuarentena ya está siendo particularmente difícil para las mujeres y, en algunos casos, puede ser peligrosa. Existen suficientes evidencias de que en contextos de emergencias se exacerban las vulnerabilidades de las mujeres al verse afectadas de forma desproporcionada en su autonomía, libertades, movilidad, salud, ingresos, aumento de su rol de cuidadoras y la violencia en sus diferentes manifestaciones. La situación se agrava en mujeres en situación de pobreza extrema, mujeres del campo, trabajadoras del hogar, trabajadoras informales, mujeres con discapacidad, mujeres viviendo con VIH, trabajadoras sexuales, migrantes, afrodescendientes, lesbianas, sobrevivientes de violencias, adolescentes y jóvenes.
Plantea De Sousa que las mujeres son consideradas «las cuidadoras del mundo», prevalecen en la prestación de cuidados dentro y fuera de las familias. Prevalecen en profesiones como enfermería o asistencia social, que estarán en la primera línea de atención a los enfermos y ancianos dentro y fuera de las instituciones. No pueden defenderse con una cuarentena para garantizar la cuarentena de los demás. También son quienes, por los roles asignados, tienen a su cargo el cuidado de las familias de manera exclusiva o mayoritaria. Podríamos suponer que, al haber más manos en casa durante la cuarentena, las tareas podrían estar mejor distribuidas. Es lógico sospecharse que no será así debido al machismo que prevalece y quizás se refuerza en momentos de crisis y confinamiento familiar. Con los-as niños-as y otros miembros de la familia en el hogar durante todo el día, el estrés será mayor y ciertamente recaerá más en las mujeres. (De Sousa, 2020).
Por otro lado, se sabe que la violencia contra las mujeres tiende a aumentar en tiempos de guerra y crisis, y ahora ha aumentado y este no será una excepción. Una buena parte de esta violencia ocurre en el espacio doméstico. El confinamiento de familias en espacios reducidos, sin salida, puede generar más oportunidades para el ejercicio de la violencia contra las mujeres. Ya se conocen casos en República Dominicana de muertes ocurridas en medio de esta pandemia[3].
3.- Personas sin hogar o que viven en la calle
Boaventura De Sousa Santos llama la atención sobre un fenómeno poco estudiado en República Dominicana, lo llamados sin techo. Se trata de un grupo desapercibido, muchas veces confundidos con enfermos mentales. El Censo Nacional de Poblaciones del 2010 contabiliza alrededor de 500 mil personas, ya hace más de 10 años. No podemos decir con certeza si esa cantidad ha aumentado o no, pero solo hay que pasar por los centros metropolitanos en las noches para ver personas y familias apostados en calzadas guarecidas sobre un techo, en cualquier plaza que les permitan pernotar.
Así, pregunta De Sousa ¿Cómo será la cuarentena para aquellos que no tienen hogar? ¿Cómo será la cuarentena en las aceras? ¿No han pasado toda su vida en cuarentena? ¿Se sentirán más libres que aquellos que ahora se ven obligados a vivir en casa? ¿Verán la cuarentena como una forma de justicia social?
4.- Las personas con discapacidad
De Sousa plantea que las personas con discapacidad han sido víctimas de otra forma de dominación, además del capitalismo, el colonialismo y el patriarcado: el capacitismo. Se trata de cómo la sociedad los discrimina, ya que no reconoce sus necesidades especiales, no les facilita el acceso a la movilidad ni las condiciones que les permitirían disfrutar de la sociedad como cualquier otra persona. De alguna manera, sienten que viven en una cuarentena permanente debido a las limitaciones que la sociedad les impone. (De Sousa, 2020).
Las personas con discapacidad están discriminadas en los sistemas sanitarios de todo el mundo hasta el punto de que algunas de ellas pueden vivir quince o veinte años menos que el resto de los ciudadanos, no por cuestiones relacionadas con su discapacidad sino debido a la falta de una atención sanitaria adecuada, según Catalina Devandas Aguilar, Relatora Especial sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad una, experta de la ONU en derechos humanos, que pide a los Estados invertir en un sistema de salud realmente universal.
Hay que preguntarse, plantea De Sousa ¿Cómo vivirán la nueva cuarentena, especialmente cuando dependen de alguien que debe romper la cuarentena para ayudarlos? Catalina Devandas “Las personas con discapacidad sienten que las han dejado atrás”, dijo la experta. “Las medidas de contención, como el distanciamiento social[4] y el aislamiento personal, pueden ser imposibles para quienes requieren apoyo para comer, vestirse o ducharse”
Solo para tener una idea, ¿qué pasará con una persona con enfermedad mental, que mora en la calle, comiendo entre los desechos? ¿Cuál es la mascarilla o los guantes que usará? ¿dónde se aísla? ¿Está condenado al coronavirus?
5.- Población inmigrante
Según la Encuesta Nacional de Inmigrantes [1], la cantidad de migrantes pasó de 524, 632 en el 2012 a 570,933 en el 2017. De este total, los grupos con mayor presencia son quienes proceden desde Haití y Venezuela. Los haitianos y las haitianas pasaron de ser 458, 233 a 497, 825, abarcando el 87.2% del total de la población migrante en el país. En el caso de las personas oriundas de Venezuela, pasaron de ser el séptimo grupo migratorio en el 2012 con 3, 435 personas, a ser el segundo grupo migratorio con 25,872 en el 2017 (ENI 2012 Y 2017).
Estos grupos viven, en la mayoría de los casos, en situación de vulnerabilidad teniendo en cuenta los espacios en los que habitan, el acceso a servicios y el tipo de trabajo que realizan. Según la Encuesta Nacional de Inmigrantes así lo evidencia
Como se observa, tanto inmigrantes haitianos como procedentes de otros países, están inmersos en sectores que se encuentran sin actividad o con actividad reducida, a partir de las disposiciones emitidas por el Ejecutivo antes la crisis en la que nos encontramos.
[1] 002. Metodología para la identificación de tugurios en el Distrito Nacional basada en datos del
censo del año 2010. ONE (2016)
En primer lugar, se definieron las siguientes variables para determinar si una vivienda es precaria
(sin deficiencia/con deficiencia):
Luego se definió una unidad de análisis geográfico, si el área analizada contiene una proporción
mínimo de viviendas precarias (más de tres deficiencias), se clasifica como tugurio. Las
proporciones mínimas fueron definidas usando estos cuatro escenarios:
– 100 viviendas y al menos el 20% de viviendas en área de supervisión.
– 100 viviendas y al menos el 10% de viviendas en área de supervisión.
– 50 viviendas y al menos el 20% de viviendas en área de supervisión.
– 50 viviendas y al menos el 15% de viviendas en área de supervisión.
[2] Restricciones del movimiento o la vida diaria, donde se cierran edificios de uso público y se le ordena a las personas que se queden en casa. Los confinamientos se han impuesto en varias regiones del mundo como parte de los drásticos esfuerzos para controlar la transmisión del coronavirus.
[3] Una mujer murió la noche del martes 12 de febrero por el impacto de bala ocasionado en propia residencia. La señora Antonia Rodríguez, de 63 años, residente en la calle 13, quien falleció cuando era trasladada a un centro de salud de la zona sur del municipio de Santiago.
[4] Mantenerse distante de otras personas con el objetivo de ralentizar la transmisión de una enfermedad. Varios gobiernos del mundo aconsejan no visitar amigos o familiares que no vivan contigo, trabajar desde casa siempre que sea posible y evitar usar el transporte público.